Vuelvo a las andadas :3


¡Hola a todos!
Como habéis podido comprobar, he tenido esto muy abandonado durante un año...
Pero he decidido retomar la escritura y seguir con la historia de la soñadora Luna.
He estado editando las entradas antiguas, mejorando el formato y quitando algunas faltas.
Espero que os guste :]

xxx

Sandy.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Entre Sueños [Capítulo Cinco]


—Bueno, ¿qué era eso que tenías que contarme? —me dijo Jane, aminorando un poco el ritmo.
  —Es una tontería...— vi como fruncía el ceño asique no me hice más de rogar— Verás, es que yo ya sabía, de alguna manera, que cantaríamos con Robin.
  —¿Qué? ¿Lo sabías? —Jane se paró en medio de la calle, completamente perpleja.— ¿Cómo que lo sabías?
  —Bueno, no exactamente. Yo... lo soñé. Soñé también que tú y yo estabamos hablando y, de repente, Robin y su grupo venían. Yo tenía a Robin a mi espalda y ni siquiera le había visto. De pronto, me agarraba por la cintura y me giraba para ponerme frente a él...—me sonrojé.
  —¿Y...?—Jane me miró pidiendo más acerca del sueño.
  —Y en ese instante, alguien se puso a gritar desde la calle y me despertó— ambas nos echamos a reír—. No sé, tía, fue uno de esos sueños...raros.
  —¿Te refieres a los que predicen lo que pasa? ¿A los que se cumplen?— la miré entre dubitativa y enfadada.
  —No digas tonterías, solo son coincidencias. Será... intuición femenina.
  —No me tomes el pelo, nena. Lo tuyo no es normal...—me dijo mientras se dirigía a la puerta de su casa— ¿A las cuatro y media quedamos? Te ayudaré a prepararte.— Me guiñó un ojo y me encogí de hombros y entrar de nuevo en mi casa. J me daba verdadero miedo;  "ayudar a prepararme" podría ser como la transformación de Thriller a la inversa.

Subí a mi cuarto casi arrastrándome. Dejé la mochila en el suelo y me tumbé en mi cama. Estaba molida, aún así, encendí el portátil para comprobar mi correo. Dos e-mails publicitarios y uno de Marie, una vieja amiga que se mudó hacía tres años. Le respondí y me quedé en la cama medio dormida.

Sólo el ruido de la puerta me despertó de mi trance. Tía Layra había vuelto ya de trabajar, eran las cuatro y cuarto. Me senté en mi silla frente al escritorio y abrí el primer libro que tenía a mano, mientras oía cómo mi tía subía las escaleras, saqué tambien un par de bolis y coloqué uno detras de mi oreja. Abrí el libro a todo correr por las páginas del final y fijé la vista en un párrafo a mitad de página sin reparar siquiera de qué trataba.

 —¿Has estado estudiando, jovencita?— me preguntó tía Layra nada más abrir la puerta de mi cuarto, pero al verme cambió de tema. Menos mal, había picado.— Mmm... ¿Cómo te ha ido el ensayo?
 —Pues, ni bien ni mal, tengo que volver a las cinco, esta mañana no dio tiempo. ¿Qué tal tu día? Yo estoy agotada, entre el calor y el cansancio, no puedo más.
 —Ya veo, tienes mal aspecto— ante mi reacción mirada-asesina, se echó a reír—. Pues mi día ha ido normal, cielo. ¿No deberías empezar a arreglarte? Llegaréis tarde.
 —No. Es una tontería vestirme para que luego Jane me haga cambiarme porque voy muy "normal". Jajaja...— en ese momento sonó el timbre, sería ella—. ¿Puedes abrir? Mientras voy a recoger esto.— Mi tía asintió con la cabeza y guardé el libro y los bolígrafos en la mochila.

Jane subió hasta mi cuarto y, tal y como supuse, me obligó a cambiarme. Me tuve que poner unos pitillos y una camiseta blanca ancha con un cinturón. Me peinó de cien mil maneras diferentes hasta que se decidió por una coleta baja hacia un lado, el mismo hacia el cual llevaba el flequillo. Cuando quedó convencida de que estaba vestida, peinada y maquilada en condiciones, me dejó mirarme al espejo.

—¿Qué tal?—me preguntó con un tono de suficiencia en la voz.
—¿Quién es esta?- al oír mi respuesta se ensanchó su sonrisa. Lástima, no pretendía que reaccionase así, no me gustaba no reconocerme en un espejo.

Bajamos las escaleras y nos despedimos de tía Layra, que nos dedicó un "¡Suerte,  chicas!" y una sonrisa. Fuimos a paso ligero hacía el instituto, J había tardado demasiado convirtiéndome.
Cuando llegamos, Jhon, Robin, Nate y David ya estaban allí. Genial, ahora también éramos unas tardonas...


—Tranquila­— me dijo Jane al verme medio temblando—. Seguro que piensan eso de Lo bueno se hace esperar.

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