Vuelvo a las andadas :3


¡Hola a todos!
Como habéis podido comprobar, he tenido esto muy abandonado durante un año...
Pero he decidido retomar la escritura y seguir con la historia de la soñadora Luna.
He estado editando las entradas antiguas, mejorando el formato y quitando algunas faltas.
Espero que os guste :]

xxx

Sandy.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Entre Sueños [Capítulo Siete]


Me quedé allí parada, clavada como una estatua. Jane empezó a saltar a mi alrededor y a darme pequeños golpecitos para hacerme reaccionar.

 —¡Tía! ¿Has visto eso? ¿Lo has visto? —su sonrisa cada vez se ensanchaba más y más— Reacciona, 'preciosa'—dijo eso último tratando de imitar la voz de Robin, aunque exagerándola demasiado. No paraba de saltar y sonreír, no daba crédito.
—¿Eh? Sí...
— ¡Hey! ¿Se puede saber qué te pasa? Deberías estar espachurrandome o algo por estilo—al ver mi cara, dejó de saltar y se paró frente a mí—. ¿Qué demonios te ocurre?
 —¿No te suena un poco la escena...? —dije tartamudeando. Apenas podía articular palabra alguna. Jane arrugó la nariz, pensativa, intentando comprender lo que acababa de decirle.
 —Oh, tu... —puso los ojos como platos al entenderlo— ¡Tu sueño! —se tapó la boca por la sorpresa, a pesar de que ella creía en ellos más que yo— ¡Te lo dije, no son tonterías!
 —Tengo miedo, J. ¿Qué pasa si sueño algo que no quiero? Hasta ahora todo han sido cosas sin importancia, nada relevante, pero... ¿Qué pasaría si en vez de sueños tuviese pesadillas? ¿Se cumplirían también? Jane, esto no mola nada...
 —Bueno, Luu —me abrazó— No te preocupes ¿vale? Seguro que todo va bien—me estrechó entre sus brazos para soltarme después—. Oye, ¿qué tal si intentas soñar que apruebo los últimos exámenes? —sonreí levemente. Ambas nos reimos. Jane siempre sabía cómo hacerme sonreír en todo momento, hasta en las peores situaciones.

Recuerdo, aunque vagamente, cómo se portó conmigo cuando papá y mamá murieron. Siempre estaba a mi lado, como la hermana que nunca tuve. Recuerdo también que al poco de morir mis padres se murió 'Flavio', un pequeño ratón de laboratorio que ella tenía. Le dije que papá y mamá cuidarían de él en el cielo. Éramos unas niñas bastante monas, ella siempre con su lado cómico y yo con mi sado soñador. Nos compenetrábamos muy bien y siempre sabíamos cómo tratar a la otra hermana cuando se trataba de una mala situación.

 —Anda, vámonos a casa. Tengo que contarle a Matt cómo ha ido el ensayo, si ha podido llamarsele así...—miré el reloj y dije entre susurros:— Cada vez duramos menos.
 —¿Vas a contarle lo del sueño?
 —Mmm...No, lo mejor será que solo lo sepamos nosotras—suspiré pensando en cómo reaccionaría si se enterase—. No quiero que nadie más se coma el tarro con esto.

Nos despedimos de John y fuimos caminando hacia casa. De camino, un coche dió un bocinazo. Nos encontramos con la madre y el hermano de J, que se ofrecieron a llevarnos.

 —Hey enano, ¿cuantos goles te han encajado hoy? Ja, ja —Jane le revolvió el pelo a Mike. Estaba en un equipo de fútbol del colegio, con niños de unos siete años, al igual que él.
—¡Pues hemos ganado, listilla! —Mike empezó a contarnos el partido. Lo resumió en apenas un minuto. Me preguntaba de quién habría sacado la capacidad de hablar tan rapido... Ja, ja.
 —Sí, seguro...—Jane achuchó a su hermano. Y seguimos nuestro trayecto, hasta que el coche se detuvo entre nuestras casas.
 —Chicas ¿Dónde váis a estar?—dijo la señora Nicholson— Jane, te recuerdo que tienes que ordenar tu leonera.
 —Tienes que ordenar tu leonera—repitió Mike con un tono de burla hacia Jane en la voz.
 —Muy buena, enano—J le sacó la lengua y salimos del coche—. Llegaré sobre las nueve mamá.—le dijo mientras avanzábamos hasta la puerta de mi casa. Su madre asintió y aparcó en su garaje, justo enfrente de mi casa.

Cuando entramos en casa, tía Layra estaba leyendo el periódico en la encimera de la cocina. Parecía despistada pero el ruido da la puerta hizo que reaccionara.

—Cielo, ha llamado Matt—dijo sin levantar la vista del periódico—. Y,...¡Ah! Hola, Jane —se levantó y J y yo entramos a la cocina—. Dice que os espera a las seis o así en los jardines de la Biblioteca California.
—Oh, oh. Creo que hay que correr otra vez. —Jane me puso la muñeca derecha, en la que tenía su reloj, en la cara. «¡Maldita sea! Diez escasos minutos para las seis...» pensé, menudo día que llevábamos.
—Dios...—abrí corriendo uno de los armarios de la cocina y le tiré a Jane tres mini-brownies, los adorábamos. Jane metió los tres bollos en su bolso y salimos otra vez por la puerta.

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